Centro histórico
MEMORIAS DE PESCADOR:
PEDRO FIGUEROA
Por Víctor Manuel Martínez
Don Pedro Figueroa Fuentes es alguien
que viene de una familia de pescadores, y que ha vivido toda su vida en nuestro
puerto. Recuerda que este lugar en sus años más mozos era todo un paraíso, a
pesar de tener muchas carencias. Recuerda que no se conocían aquí los juguetes
caros, pero abundaban los juguetes con inventiva, como el trompo, la zumba, la
ruleta, el caico y muchos otros. Pero las principales diversiones eran la
natación y los clavados.
ENTRE MAR
Y LAGUNA
El mar era muy productivo al igual que
las lagunas, así en plural. El área pesquera es el origen de mi familia, pues
mi padre era de este oficio. Por esos años había un gran movimiento de
marinos mercantes muy representativo,
quienes estaban asentados mayormente en los sectores 1 y 2; en los sectores 4 y
5 la mayoría de sus pobladores eran pescadores, y en los 5 y 6 era una mezcla
de pescadores y estibadores.
En la laguna de San Pedrito estaba
asentada la cooperativa Independencia, con mucho poder económico. la Miguel
Hidalgo, por su parte, estaba tanto en el mar como en la laguna; después ellos
emigrarían a Sinaloa, convirtiéndose en pescadores de altura, específicamente
camaroneros. También hay que señalar destacadamente a la laguna Potrero Grande,
en la que había aves de toda clase, nutrias, caimanes, y mucha pesca, tanto de
peces como de crustáceos.
La laguna de Cuyutlán era todo un
espectáculo, en torno a El Túnel y la compuerta, por lo que se veía una gran
cantidad de lucecitas por la noche, de los que se encontraban atarrayando. Eran
épocas en que aun no venía a hacer su
gran inversión turística el magnate boliviano Don Atenor Patiño. La gente
visitaba mucho entonces Santiago y Salagua, y en especial los manzanillenses
gustaban mucho del paseo a La Boquita, en el punto donde desembocaba un arroyo,
y la gente se aventaba clavados desde arriba de un árbol.
SUBIENDO AGUA AL
CERRO JUNTO A CHILO
Yo nací en el Sector 5 y ahí me críe y
fui creciendo. Mis vecinos eran pescadores y estibadores. En ese cerro no había
ni andadores ni agua. Recuerdo que hasta los catorce años, yo acarreaba agua
para llenar el depósito que había en mi casa, igual que sucedía en todas las
casas de mis vecinos. El agua la traíamos de la planta de luz, que se
encontraba ahí por la pilotía. Chilo Lepe que era mi vecino también llevaba
agua a su mamá.
Ahí por la planta de luz tenían una gran
reserva de agua y permitían que la gente tomara para llevar a su casa. En mi
familia éramos doce hermanos. Por ese tiempo era muy común que las familias
fueran muy numerosas. Los primeros años escolares los hice en la del Campesino,
y concluí la primaria en la Juárez, para luego hacer la secundaria en la 3.
Luego entré a trabajar como telegrafista,
y después de un tiempo me fui a trabajar en Telégrafos de México a la capital
del país por diez años. En aquellos años, las oficinas de telégrafos en
Manzanillo se encontraban dentro del edificio de la presidencia municipal,
porque este era un medio de comunicación muy importante por el entonces. Todos
los marinos lo utilizaban mucho. Las familias también.
TRAS EL
CICLÓN DEL 59
A partir del ciclón del 59 empezó poco a
poco a entrar el agua entubada a los cerros. En la parte baja sí había el
servicio, pero en los sectores todavía no. Empezaron poco a poco cada familia a
ir subiendo sus propios tubos hasta su casa, de manera que por las subidas se
veía una maraña de tubos, a lo que Miguel de la Mora llamaba “El Monumento al
Egoísmo”; pero no era así en realidad.
Lo único que se trataba es de que, quien
podía, iba metiendo el agua a su casa. Gente lo pagaba, y una vez que ya el
tubo estaba habilitado, el gobierno lo conectaba a la red. Las familias tenían
que gastar en ochenta o más metros de tubo. En algunos cerros había tanques de
agua en la parte alta, pero en el sector en que yo vivía, no había este
servicio.
En las vacaciones los chamacos nos
íbamos a pescar con nuestros familiares mayores, con nuestros padres o hermanos
que se dedicaban al oficio, y nos trepábamos a las canoas de parota de una sola
pieza, de las que ya no se usan. Recuerdo que era muy fácil sacar mucho marisco
barato, y mucho ni se comía entonces. Ahora hay que ir a los restaurantes y
pedirlos a precios muy altos.
Señaló Don Pedro que la escasez de pesca
de marisco y pescado que hay en el mar y en la laguna, se debe en buena medida
a la utilización de redes de pesca inadecuadas por años, que mata a las
especies en la etapa de desarrollo, antes de llegar a la reproducción. Dijo que
ahora el mar hay que explotarlo desde la visión del cultivo. Los pescadores
ribereños le han dado mucho a Manzanillo, y por eso este gremio debe de ser
respetado, ya que últimamente se han visto desplazados y ninguneados, como si
no tuvieran ninguna importancia.
¡Que bonito es Manzanillo!
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