Desde
el malecón
Por
Víctor Manuel Martínez
Desde que el tren de pasajeros se fue,
cada vez es menor la cantidad de personas que viajan, ya sea por visitar a
familiares, por pasear o por asuntos de negocios, sobre todo en el sector de la
población más afectado por la crisis económica. La razón que se dio, desde el
punto de vista tecnócrata y neoliberal, es que no era negocio, no dejaba
ganancias; pero, el servicio de tren de pasaje no fue nunca un gran negocio,
sino, más que nada, un servicio. Y así fue desde que el Gral. Porfirio Díaz
empezó a impulsarlo en el país. El quería conectar a nuestra república,
abarcando a todas las grandes ciudades, entre ellas y enlazándolas con poblaciones
pequeñas. El esfuerzo duró años, penetrando los raíles por todo tipo de
orografía, incluso en las cordilleras más inhóspitas. Aún entonces no era el
único medio de transporte, pues ya había caminos en muy buen estado, y muy
temprano las carretas de caballos dieron paso a los fotingos y toda clase de
carros antiguos, hoy piezas de colección. Pero el tren se vio como una
necesidad. Lugares como nuestro puerto, casi incomunicado en un rincón de la
costa, cercado por la laguna y sus riberas pantanosas, tenían muchos problemas
hasta que llegó el tren de vía angosta a fines del siglo XIX, y,
posteriormente, a principios del siglo pasado, el tren de vía ancha. La carga y
el pasaje se complementaban dentro de un mismo convoy, porque no era tanta la
mercancía que se movilizaba. Cuando por fin se privatizó Ferrocarriles
Nacionales de México, entró Ferromex como concesionaria de las vías en nuestra
región, y otras compañías en otras partes del país, y al ser empresas de la
iniciativa privada que sólo veían por sus intereses, como es lógico, de
inmediato desaparecieron al servicio de pasajeros. Desde ese momento, muchos
pueblos y comunidades quedaron incomunicados, y muchas personas que vivían del
comercio relacionado a este tren, se quedaron sin una entrada de dinero.
Primero, solamente permaneció una línea en el sureste, además del
Chihuahua-Pacífico, más por lo turístico que por el servicio. A esto habría que
sumar el turístico tequilero, que va hasta la población de Tequila, Jalisco.
Finalmente, sólo quedó el ChePe. Apenas hace unos pocos años regresó el tren al
área suburbana del Valle de México. Pero, es una necesidad muy clara el contar
con un servicio pasajero de bajo costo para nuestro país, ya que,
lamentablemente, hay que decirlo, somos un país empobrecido por la crisis. En
Argentina, Chile y Perú, el tren de pasajeros cumple un servicio muy importante
para la sociedad, y es muy solicitado, sobre todo por las personas de escasos
recursos, además de que permite acceder a zonas remotas a ambos lados de la
cordillera andina. En Estados Unidos y Canadá cada vez hay trenes más rápidos y
modernos, mientras que el servicio de transportes urbanos está presente casi en
cada ciudad importante. En Europa es toda una tradición, con carros muy
elegantes. En Asia son ultra rápidos. Continúan trenes muy tradicionales en
funcionamiento, como el Orient Express y el Transiberiano, con todos sus ramales,
el cual cruza nada menos que ocho husos horarios, atravesando toda Rusia y
pasando por Mongolia y China, hasta llegar a las costas del Pacífico en el Mar
de Japón. Lo mismo pasa en Australia. En todo el mundo hay un repunte de trenes
turísticos. Entre tanto, en México, no hay tramos de vías nuevos, sino los
mismos casi desde los tiempos del porfiriato, y en algunos casos incluso trazos
férreos completos, bastante extensos, han desaparecido, o han quedado como
curiosidades históricas. Esperemos que el próximo gobierno se preocupe por
regresarnos este importante servicio, ya que para muchas personas, pagar un
viaje en autobús a grandes distancias es muy difícil, casi imposible, y hacerlo
en avión, prohibitivo.
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