martes, 7 de agosto de 2012

Las asombrosas mantarrayas gigantes de Manzanillo


Las asombrosas mantarrayas
gigantes de Manzanillo

Por Víctor Manuel Martínez

Era el 4 de septiembre de 2006, cuando el mundo se sacudió ante la intempestiva noticia de la muerte del intrépido explorador, zoólogo, ecologista, aventurero y conductor televisivo australiano, Steve Irwin, mejor conocido como “El Cazador de Cocodrilos”. El presentador del canal Animal Planet se encontraba a las once de la mañana grabando cerca de Queensland, Australia, cuando al ver a una espectacular mantarraya gigante se puso a nadar sobre ella, y esta le dio un golpe con el aguijón o púa de su cola, de veinte centímetros de largo, la cual se le incrustó en el corazón; Irwin intentó sacársela, pero no lo logró. Cuando lo sacaron y lo llevaron al hospital, encontraron que ya estaba muerto.

EL PACÍFICO MEXICANO, ZONA
DE MANTARRAYAS GIGANTES

Hasta antes de este famoso incidente, este animal no era muy célebre, y para muchos, fue un descubrimiento, considerándolo un animal peligroso y que gusta de atacar al ser humano, lo cual es una percepción falsa. Las mantarrayas gigantes son una peces espectaculares, de los más hermosos del mundo, ya que pese a ser peces, tienen alas, de manera que parece que en vez de nadar, flotan sobre o bajo las aguas, de una grácil manera. Son unos animales enormes, aunque también hay mantarrayas o rayas, pequeñas. En ocasiones, cuando van a flor de agua, saltan batiendo sus alas, como si quisieran elevarse.

En nuestro país se han dado los más grandes avistamientos de cardúmenes de mantarrayas del mundo, en el litoral del mar Pacífico. La mayor concentración de esta especie que se ha captado en video, se halló en las cercanías de la Península de Baja California, aunque se ha detectado un cardumen mayor en el 2011 en el Ecuador, que no se registró en imágenes. Contrario a lo que pudiera pensarse, el aguijón en la cola de la mantarraya gigante no es venenoso, de manera que Irwin murió por el fuerte impacto del espolón o espina de la cola del animal, que se incrustó en su carne, y no por alguna sustancia tóxica que esta hubiera soltado. El principal alimento de estos gigantes de los océanos es el plancton.

GREGORIO TORRES QUINTERO Y
LAS MANTARRAYAS GIGANTES

 Pero en las inmediaciones de nuestro puerto, la mantarraya gigante es una habitante distinguida y habitual, desde hace décadas, y aun es frecuente encontrársela, aunque hay que resaltar que es una especie amenazada. El 29 de diciembre de 1884, llegó a Manzanillo el ilustre Profesor Don Gregorio Torres Quintero (creador del método onomatopéyico y autor de Cuentos colimotes, entre muchas otras cosas) al puerto, como director de la escuela pública de la población, entonces pequeña, donde las principales ocupaciones eran ser pescador o, ya desde entonces, ser estibador. Era tan pequeño, que más que hablar de calles o colonias, Don Gregorio hablaba sólo de dos barrios, el del mar y el de la laguna, con las casas en ambos en las faldas de los cerros, así es que imagínese lo poco poblado que estaba.

Pero a pesar de las pocas y malas comunicaciones, la necesidad no se dejaba sentir, porque abundaban los alimentos del mar, como el marisco y el pescado. Se comían pocas especies, porque muchas que ahora se consideran manjares, entonces, ante la abundancia, se despreciaban, e igual sucedía con muchos mariscos, que hoy son carísimos, y entonces se desechaban. Entre ellos, ya se contaba la mantarraya, que generalmente se come más la de pequeño tamaño, porque la grande necesita tratarse para que adquiera un buen sabor.

El maestro, que muy poco había conocido antes el mar, a excepción de un viaje corto a Cuyutlán con sus compañeros de escuela años antes, se enamoró de las playas y paisajes marinos en Manzanillo, por lo que, en cuanto tenía un rato libre de sus ocupaciones docentes y altruistas, que eran numerosas, conseguía una lancha para pasear por la bahía; pero lo que más le gustaba era subir a la punta del Viejo Vigía, y desde la cima ver la inmensidad del mar. Pero algo que captaba su atención, y le emocionaba bastante, era ver desde lo alto, la silueta de las mantarrayas gigantes que se traslucían bajo la superficie del mar.

Acompañando a los pescadores para ver la práctica de su oficio en vivo, muchas veces vio como capturaban tiburones y mantas. Consigna que, sin embargo, los pescadores, o playeros, como él les decía, no se dedicaban a la pesca mayor, y que las mantarrayas las arponeaban sólo por deporte, al igual que los peces espada. El menciona que a pesar de haber una leyenda de que la mantarraya chupa a los hombres con su pequeña boca, mientras los sujeta con sus alas, arrojando luego el bagazo sobrante, la verdad es que es un animal inofensivo, aunque muy extraño, y aseguró que el llegó a ver de cerca, pescados, ya muertos, ejemplares que medían mucho más que una piel de toro extendida.

Escribió que una vez vio una enorme desde el cerro, a cien metros de altura, que nadaba extrañamente dando volteretas, porque veía de manera alternada su dorso, que es de color oscuro, y luego su vientre, que es de color blanco. Señalaba que era un espectáculo, cuando se capturaba a uno de estos peces, ver como lo arrastraban con la lancha de un lado a otro de la bahía para cansarlo, y poder sacarlo, trabajos para los que toda la población abandonaba sus tareas para presenciarlo muy emocionados. El 27 de diciembre de 1887, Don Gregorio dejaba su puesto para ir a la Ciudad de México a continuar preparándose, dejando la dirección de la escuela pública de Manzanillo en el Prof. Antonio Martínez.

EJEMPLARES GIGANTES, DE MÁS DE 6 Y
7 MTS DE LA PUNTA DE UN ALA A LA OTRA

A finales de los años veinte se sacó una enorme mantarraya, de las más grandes que se ha sabido que hayan sido atrapadas, la cual causó admiración, por lo que fue llevada a exhibir como trofeo en la estación del ferrocarril de Manzanillo, en la entrada del famoso cañón, por donde antes llegaba el tren, y que ahora es la calle Porfirio Díaz. Fue colgada, quedando a poco más de dos metros del suelo, con sus alas muy extendidas, como un enorme murciélago, donde acudieron fotógrafos a captarlas en su lente, mientras la gente se acercaba a verla y tocarla de cerca.

A principios de los años setenta, cuando la termoeléctrica tenía poco de haber sido inaugurada, muchos recordaremos que una gigantesca mantarraya se metió por el canal que conecta a la laguna con el mar, y quedó atrapada en lo que hoy es el balneario de El Tapo, ya que le era muy difícil regresar a mar abierto, pues era tan enorme, que con trabajos cabía por la vía de acceso. También se sacó otra en la bahía, ya a principios de los ochentas, la cual arrastraron hasta cansarla, con muchos trabajos, por su gran tamaño, hasta que la pusieron sobre la playa en San Pedrito.

ESPECIE AMENAZASA;
NADA COMO SI VOLARA

Hace poco platicaba con vecinos del Vigía, quienes señalaban que, al igual que hacía hace más de cien años Torres Quintero, es posible ver desde la punta de estos cerros, mayormente desde la punta del Cerro de la Cruza, como pasan nadando-volando las mantarrayas gigantes. Algunos de estos animales llegan a tener más de seis o siete metros de envergadura, de una punta de la ala a la otra.

Contrario a lo que mucha gente piensa y comenta, que la carne de la mantarraya gigante no es buena como alimento, a diferencia de la pequeña, esto es falso, pues sólo hay que saber la correcta preparación, para disfrutar de un manjar, que dicen que se asemeja al sabor de la carne de langosta. Esta es la manera, según me la relató hace unos días el reconocido pescador Don Pedro Figueroa Fuentes, con todo detalle: Se cuece primero la carne, y ya que está bien cocida, entones se pone a secar al sol, y en cuanto está bien seca, que es cuando queda lista para desmenuzar, se pone a guisar con verdura, pudiéndose hacer un guiso tipo machaca, o como el ingenio del cocinero lo plasme.

Es una lástima que este hermoso y admirable ejemplar esté amenazado, y aunque no tiene la fama del pez vela, que es un símbolo para Manzanillo, es una especie muy característica de nuestra ciudad y puerto: Manzanillo.







jueves, 14 de junio de 2012

LAS PRIVACIONES Y SACRIFICIOS DE LOS PRIMEROS ESTUDIANTES PORTEÑOS DE PREPARATORIA Y PROFESIONAL


Centro histórico

LAS PRIVACIONES Y SACRIFICIOS DE LOS PRIMEROS
ESTUDIANTES PORTEÑOS DE PREPARATORIA Y PROFESIONAL

Por Víctor Manuel Martínez

LA ÚNICA SECUNDARIA DEL PUERTO, LA TRES,
TOPE FINAL DE ESTUDIOS EN LA REGIÓN

En los años en que nuestro puerto era todavía chico, poco poblado y poco importante, era muy difícil para los jóvenes acceder a la educación superior, pues en Manzanillo por mucho tiempo no se tuvieron escuelas secundarias, y luego, había una sola, que era la secundaria número 3, que se encontraba en lo que hoy es la escuela primaria Rafael Ramírez.

Querer estudiar más allá de este tope, de este límite, era muy difícil, e implicaba necesariamente, trasladarse, como punto más cercano, a la ciudad de Guadalajara. Esto fue una realidad muy marcante entre 1950 a 1965. Por entonces, sólo los hijos de familias pudientes, que muy pocas de esas había en nuestro Manzanillo, podían salir a estudiar fuera de aquí.

EL DESEO DE TODO SECUNDARIANO PORTEÑO ERA SER PROFESIONISTA, PERO ERA MUY DIFÍCIL DE CONSEGUIR

Las limitaciones económicas hacían que el grueso de los jóvenes tuvieron que dedicarse a ser estibadores, pescadores, lancheros, marineros y comerciantes. Todos los que cursaban la secundaria, abrigaban la secreta esperanza de estudiar algo más, de llegar a ser profesionistas, pero los mismos familiares, conscientes de nuestra situación, les advertían que no se ilusionaran, ya que no tenían la capacidad de sostener los estudios de una carrera.

Para hablar de este tema, platiqué con el Arq. Maximiliano Ley y el Lic. Wenceslao Cisneros Amaya, quienes formaron parte de las primeras generaciones que salieron decididos a volver convertidos en profesionistas. Para poder hacer ese sueño realidad, no solamente había que proponérselo, sino tomar acciones concretas encaminadas a su consecución. Lo primero era desde un año antes de egresar de la secundaria, por lo menos, empezar a juntar dinero para ir a tratar de inscribirse, siempre con la posibilidad de poder ser rechazados.

NECESARIO AHORRAR POR LO MENOS UN AÑO, PARA IR A TRATAR DE INSCRIBIRSE A LA PREPA EN GUADALAJARA

En el caso del hoy Maestro en Ciencias Penales, recuerda que en su generación, donde también hicieron estudios profesionales Jesús Rentería (reconocido abogado magistrado), Manuel Bonilla Ramos (ingeniero), Armando Macías Solano (médico) y José Isabel Magaña (Licenciado en Economía), recuerda que, antes de salir de la secundaria, aquel grupo de amigos se hicieron la promesa que harían hasta lo imposible para proseguir su preparación académica, y ayudando este en la venta del pan en el mercado a su mamá, Clementina Amaya, consiguió reunir la suma de 700 pesos, en un lapso de tres meses, lo cual hoy sería equivalente a 7 mil pesos.

El día señalado para acudir a la Perla Tapatía a tratar de ingresar a la escuela media superior, había dos líneas de autobuses disponibles, la que se consideraba que era la de los ricos, Tres Estrellas de Oro, y la de los pobres, Transportes Sur de Jalisco. Mientras que todos se fueron en una unidad de la primera, más cómoda, Wenceslao se tuvo que ir en la popular.

FILAS DE 500 ASPIRANTES PARA
ENTRAR AL BACHILLERATO

“Como no sabíamos si nos íbamos a quedar, aunque lo anhelábamos, y previamente, con vistas a ello, le habíamos echado muchas ganas al estudio para llegar con buenas calificaciones que nos avalaran, todos nos hicimos los aparecidos con algún familiar residente en aquella ciudad, diciendo que íbamos de visita por unos días. Yo llegué con mi tía Elvira, y descansé lo mejor que pude de lo molido que me sentía del viaje, aunque difícilmente podía dormir de lo emocionado y expectante que me encontraba ante mi posible ingreso a la preparatoria.

Al otro día me fui a las oficinas centrales de la Universidad de Guadalajara, ubicadas en avenida Vallarta, y llevaba mis documentos en una carpeta muy bien sujetos, como si fueran un tesoro, ya que ellos podrían ser mi pasaporte hacia una carrera profesional como era mi sueño. Ahí llegaron también todos mis compañeros provenientes de Manzanillo, y cada uno se fue formando en el lugar que le tocó de acuerdo al momento de su arribo, y a mi tocó ingresar a la fila cuando había como quinientos jóvenes delante de mi. Me fije a cada rato pasaba un empleado de la universidad, que iba revisando los papeles de las personas que estaban formadas, y de pronto esta llegó conmigo y me pidió mis papeles, y yo no los quería soltar, porque temía que se me perdieran.

SER ACEPTADO, TODO UN COMPROMISO DEL
QUE NO SE PODÍA ECHARSE PARA ATRÁS

Los tomó y los revisó en silencio unos momentos, y luego me dijo, usted no debe esta aquí; debe pasarse a aquella fila que está allá; y me la señaló con el índice. Se trataba de una corta fila de unos veinte personas, a lo sumo. Le preguntó que cual era la razón, y me dijo: es que tú traes promedio de nueve. Rápidamente me aceptaron, pero entonces, aunque eso era lo que quería, de repente me entró mucho miedo, porque sabía que había contraído una gran responsabilidad, y ya no me podía echar para atrás. Me tenía que quedar desde ya, y ya no regresé a Manzanillo, avisando a mi familia que tendría que quedarme, porque había sido aceptado”.

Los estudiantes porteños que se iban a estudiar a Guadalajara, sólo venían de vacaciones una o dos veces al año. Generalmente era seguro que vinieran en las vacaciones largas. Pero no podían regresar a cada rato, ya que salía muy caro. Para ahorrar dinero, utilizaban muchas veces el tren, más lento y tardado, pero apto para su situación sacrificada. Cuando se iban de regreso a la capital jalisciense, las familias se quedaban llorando en la terminal.

A VECES SE COMÍA,
Y A VECES NO

Los estudiantes se sentían siempre muy nostálgicos, y en el caso de los porteño, algo muy curioso es que todos extrañaban mucho el mar. El primer año, como no conocían Guadalajara, todos los estudiantes de Manzanillo andaban siempre juntos para todos. En bola iban para todos lados. Estudiar era sinónimo de sacrificio, porque los estudiantes a veces comían, y a veces no. Esa es la razón por la que muchos desistieron de proseguir.

Por ese tiempo, la mayoría de los estudiantes de la Universidad de Guadalajara eran foráneos; no eran originarios del estado de Jalisco, pues la U de G era una universidad regional, que no tenía reticencias para aceptar por igual a jóvenes de cualquier procedencia. La preparatoria duraba dos años, y era tronco común.

LA LEGENDARIA PREPARATORIA DE
JALISCO, HOY ESTATAL NÚMERO UNO

Así todos los de Manzanillo eran compañeros e iban juntos como una familia muy unida, que les recordaba a los que habían dejado en el puerto. La otra universidad, la UAG, la Autónoma de Guadalajara, era para los ricos, y nadie de Manzanillo cursaba estudios ahí. El plantel bachillerato se llamaba Preparatoria de Jalisco, era el único y fue el primero en esa ciudad, el cual hoy se llama Escuela Preparatoria Estatal Número 1.

Una actividad bastante frecuente para los porteños en la ciudad, era la de escribir cartas. Siempre estaban escribiendo cartas. Lo mismo para los familiares que para las novias. Era una actividad muy melancólica, y no era raro que quedaran mojadas por las lágrimas, motivadas por los recuerdos que les traía el pensar en su gente.

CAMINANDO GRANDES DISTANCIAS A PIE, POR
FALTA DE DINERO PARA PASAJES DE CAMIÓN

Contrario a su terruño en la costa, Guadalajara ya desde entonces era una ciudad muy grande, la segunda más grande del país, y era un shock para los jóvenes enfrentarse a diario a ella. Tenían que aprender muchas cosas todos los días. Como el dinero escaseaba, muchas veces no les alcanzaba para pagar los camiones, y tenían que recorrer distancias enormes a pie.

La distancia hacía muy difícil que los hermanos, papás, abuelos y tíos poca oportunidad tuvieron de irlos a visitar, pero, en cuanto podían, lo hacían. Esto pasaba muy, pero muy de vez en cuando, y era una gran alegría para los estudiantes, que no perdían oportunidad de presentarlos muy orgullosos a todos sus nuevos amigos en la capital mundial del mariachi.

GRANDES SACRIFICIOS HICIERON
A EXCELENTES PROFESIONISTAS

Los viajes entre Manzanillo y Guadalajara por aquella carretera vieja eran ya de por sí motivo de preocupación por los frecuentes accidentes, ya que se trataba de una carretera angosta y tortuosa, con defectos de origen en los declives de las múltiples curvas, y con el paso de La Salada que ponía nerviosos a todos los pasajeros, ya que se transitaba a vuelta de rueda, porque era una vía muy transitaba tanto por unidades particulares como por autobuses y vehículos pesados de gran tamaño, además de estar flanqueada por enormes voladeros.

Sin embargo, todos coinciden en que, el hecho de pasar tantas privaciones y sacrificios, hicieron que le echaran más ganas a los estudios, le pusieran más esfuerzo y les tuvieran más amor. Por eso, todos aquellos primeros profesionistas manzanillenses, han sido gente muy destacada en las profesiones que eligieron.





lunes, 11 de junio de 2012

RECUERDOS DE FOTOGRAFÍA DE DON RABÍ VILLA


Centro histórico

RECUERDOS DE FOTOGRAFÍA
DE DON RABÍ VILLA

Víctor Manuel Martínez

Rabí Villa Escamilla, hoy de 88 años de edad, siendo muy chico dejo su natal Tonila, Jal., para irse a estudiar al Seminario Conciliar de Colima, pero ya desde la niñez y adolescencia venía  a Manzanillo a vacacionar con unos tíos porteños, lo cual empezó a hacer alrededor de 1937, y siguió haciéndolo ya estando en el seminario, durante las vacaciones.

RATAS, ALACRANES Y ENFERMEDADES,
HASTA QUE LLEGÓ EL HOSPITAL CIVIL

Fue en el año de 1942, contando con dieciocho años de edad, y estando en el cuarto año de su escuela, cuando, viendo que le gustaba mucho el puerto, en una de sus tantas visitas decidió ya no regresar, y quedarse a vivir en Manzanillo. De aquellas visitas en los lejanos años treinta recuerda que existían muy pocas calles, que la iglesia de Guadalupe tenía techo de teja, que la población era escasa y con casas en su enorme mayoría de madera, y que siempre había plaga de alacranes y de ratas de gran tamaño.

Mucha gente se enfermaba y el Hospital Civil apenas estaba en construcción. Cuando ya fue terminado, el primer director fue Gustavo Bayardo, hermano de Luis Bayardo que fuera alcalde, y este lo contrató para trabajar en la Farmacia, donde se quedó por muchos años. Se acuerda que la calle Nueva no existía, y aun en el Vigía, el Sector 1, asiento primario de nuestra ciudad, vivía muy poquita gente.

BAÑARSE EN LA PLAYA DEL ROMPEOLAS,
LA DIVERSIÓN DE LOS MANZANILLENSES

La diversión favorita de Rabi, al igual que de la mayoría de los manzanillenses de ese tiempo, era bañarse en el mar, y el lugar favorito para hacerlo era en la playa del Rompeolas, donde iba a echarse clavados. La gente se guarecía del sol bajo un guamúchil. Aunque el guamúchil más famoso, se encontraba en La Perlita. Al fondo del paseo del Rompeolas estaba un restaurante y la Standard Oil Company, que era la antecesora de Petróleos de México, es decir, antes de que el sector se privatizara.

Por la calle México, casi toda también de madera, los principales comercios, aparte de la Casa Jaramillo, eran de extranjeros; en el puerto había muchos comerciantes chinos, y en el corazón de esta vialidad principal estaban tres fuertes negocios de japoneses; las tiendas de Yanomé, Ijima y Naitoh, de las cuales sólo permanece la tercera.

EL ARTE DE LA FOTOGRAFÍA,
PERO NO LA DIGITAL

Rabi se inició en la fotografía como hobbie, porque uno de sus hermanos, que vivía en la ciudad de Colima, era fotógrafo profesional, pero su suegro, viendo la calidad de sus trabajos, lo animó a que pusiera un negocio de fotografía comercial. Fue así que aprendió a retocar, lo que es todo un arte, ya poco conocido, que él sigue practicando con maestría, el cual se hace con un lápiz de especial, de una manera muy sueva, para dar un acabado parejo a los matices de la impresión, y luego se saca una impresión para checarlo, y sobre este se hace una última corrección. Este trabajo debe ser muy sutil, para que no se note.

Señala Rabí Villa que la foto digital no es mejor que la tradicional, ya que se borra fácilmente, de manera que para títulos profesionales y trámites escolares, no se acepta. Por eso la gente busca a Rabí, porque sus fotos duran décadas. Nos cuenta que le regalaron una cámara digital, pero no la aceptó; la rechazó amablemente, porque su vieja cámara es mucho mejor.

UNA CÁMARA CON 58 AÑOS, QUE ES UNA VALIOSA
RELIQUIA DE MUSEO EN FUNCIONAMIENTO PERFECTO

La cámara que el usa tiene cincuenta y ocho años, pero funciona como nueva. De vez en cuando le cambia los lentes y los repuestos los venden. Dice que le costó 4 mil pesos, y hoy, como antigüedad, vale 50 mil pesos cuando menos. Le hizo algunas adaptaciones que inventó para hacerla más funcional y cómoda. Es de chasis. Cuando se ocupa hacerle alguna reparación, la hace él mismo.

Como esta tiene varias otras cámaras antiguas, algunas de ellas de madera, y con tripié, todas con más de cincuenta años de vida y funcionando. El revelado, nos dice, se hace igual que siempre, pero con mejores productos. Hay químicos en grano, polvo y líquido, revelador, fijador post revelado el cual se tiene que preparar con conocimiento y mucho cuidado.

Nos dice que tomó muchas fotografías antiguas sobre Manzanillo, y guarda muchas cajas llenas de negativos que nunca ha revelado, ya que estos se pueden guardar por gran cantidad de tiempo.

UN TELÉFONO DE 1906

Tiene otras antigüedades interesantes en su casa, como lo es un teléfono de 1906, que funciona perfectamente. Todo en él es original, a excepción del disco para marcar, que aunque es antiguo también, no es de esa cámara en particular, ya que en ese tiempo los teléfonos generalmente no tenían disco de marcado, pues se levantaba la bocina y se le decía a la operadora en cabina el número al que se quería hablar y ella comunicaba a las personas.

Ese teléfono sus hijos se los regalaron a él y a su esposa cuando cumplieron treinta años de casados, y ya era toda una antigüedad en ese entonces; hoy tienen sesenta y dos años de matrimonio. Recuerda Villa Escamilla que esta forma de comunicación a través de operadora funcionó en Manzanillo hasta los años cincuentas, y que los teléfonos se identificaban sólo por tres números, pues era poca gente la que tenía este servicio, y sobre todo, pocos pobladores los que tenía la ciudad.

UNA CAMPANA DE PORTERO
DE LA ÉPOCA PORFIRISTA

También tiene una vieja campana de bronce, labrada muy artísticamente, de la época porfirista, la cual tenía una cadena unida, que se jalaba y tocaba a manera de un moderno timbre. La cadena se perdió, pero ahí sigue la campana de adorno. Tiene además un león de escultura para pisapapeles, el que posee desde los años cincuentas.

La fotografía de Rabí Villa es un referente en Manzanillo.










viernes, 8 de junio de 2012

LA INFLUYENTE FAMILIA GARCÍA PIRSCH


LA INFLUYENTE FAMILIA
GARCÍA PIRSCH

Por Víctor Manuel Martínez

ERNST PIRSCH, EMPEZANDO UNA NUEVA
VIDA AL OTRO LADO DEL OCÉANO

Wilhelm Ernst Karl Pirsch Von Ahenbach, conocido aquí como Don Ernesto Pirsch, nació en la ciudad de Heildelberg, Alemania en 1879. Poco se sabe de sus primeros años de vida en el país teutón, sólo que pertenecía a una familia de comerciantes, y que tenían una gran amistad  con la familia Stoll, y en su caso especialmente con Adolf Stoll (conocido en nuestra entidad y el puerto como Adolfo).

Por esa razón, en 1898, con tan sólo diecinueve años de edad, decide atravesar el Atlántico, dejando para siempre a su familia al otro lado del Océano, en el Viejo Continente, para empezar una nueva vida en América, en México, y más concretamente en un puerto muy poco conocido en ese tiempo, Manzanillo, Colima, que a pesar de su anonimato, estaba creciendo mucho en cuanto a comercio internacional, como un puerto de altura y cabotaje.

UN AMIGO DE LA INFANCIA EN
HEILDELBERG, ADOLF STOLL

Hacia allá había partido unos años antes el amigo Adolf, y al parecer le estaba yendo muy bien, y le ofrecía trabajo. Por ese tiempo, había muchos agentes aduaneros extranjeros asentados en el puerto, que la mayoría de las veces hacían también de encargados de los asuntos de sus países (cónsules), así como de otras naciones que no tenían connacionales que los representasen permanentemente en un puerto de altura adonde sus buques llegaban periódicamente.

Pirsch llegó a Veracruz, principal puerto de México, a donde llegaban todos los inmigrantes- y por donde también salían desde luego todos los emigrados voluntarios o indeseables-, y luego atravesó todo el país desde un mar al otro, con la aventura de adentrarse en lo desconocido, todavía un México muy rural y atrasado en relación a su país de origen, como era a finales del siglo XIX. Sus descendientes aun recuerdan que Ernst contaba que pasó por muchos estados, viendo con atención y extrañeza las costumbres y tradiciones de cada región, como si hubiese llegado a un planeta distante.

MANZANILLO, MUY
DIFERENTE A ALEMANIA

El Manzanillo al que llegó a bordo del tren de vía angosta, que se había inaugurado tan sólo diez años antes, era una ciudad anodina, perdida en la geografía de la nación, y al momento de su arribo tenía setenta y un años de haberse fundado. La llegada de Pirsch a México coincide con la época del porfiriato, época en la que el país tuvo una relativa calma después de muchas revueltas y violencia de diversos géneros.

En 1884 había dejado la presidencia Manuel González, y el Gral. Porfirio Díaz retomó el control del país, en un segundo mandato, dispuesto a llevarlo al primer mundo, al progreso, trayendo muchas industrias, muchas inversiones extranjeras y expandiendo las vías ferroviarias por todo el territorio nacional. Y en efecto, empezó a prosperar lentamente, y el comercio internacional por vía marítima, la principal en ese tiempo en que aun la aviación era incipiente, por lo que se dio impulso a Manzanillo, como uno de los mejores puertos del litoral del Pacífico, con lo que se desbancó a sus competidores tradicionales de esos años, San Blas, Nayarit, y Mazatlán, Sinaloa.

AGENCIAS ADUANALES
EN LA PLAYA

Podrá imaginarse que, sin embargo, sólo había unas pocas casas sobre la Calle Principal (la México), así como los cerros que hoy son el Sector 1 y 2; los vigías grande y el chico. Por entonces, Manzanillo no tenía la categoría de ciudad; era solamente un pueblo, y en general, en todo el estado sólo la ciudad de Colima tenía la categoría de ciudad (no fue sino hasta 1948, que Manzanillo fue elevado a categoría de ciudad, siendo la segunda en todo la entidad con ese estatus).

Las agencias navieras y aduanales se encontraban frente a la playa donde atracaban los barcos, medio enterradas en la arena, aunque en muchas ocasiones sus oficinas principales y sus encargados (alemanes, norteamericanos o franceses), se encontraban en la ciudad de Colima. Puras casas de madera de tejamanil, demasiado precarias, en tierra; sin embargo, en el mar, dentro de la bahía, enormes barcos europeos, principalmente alemanes, llenos de cosas muy valiosas destinadas al centro del país.

IMPORTACIONES DESDE
LA LEJANA HAMBURGO

Había otras firmas alemanas que operaban en el puerto de Manzanillo aparte de Stoll, pero los titulares de la mayoría sólo venían de vez en cuando, pues preferían el clima más benigno de la ciudad de Colima. Era el de aquí un clima extremadamente cálido y húmedo, además de que había muchas alimañas; zancudos y alacranes.

En la década del cincuenta del siglo antepasado, se dieron las primeras exportaciones por medio de buques mercantes desde Alemania hacia Manzanillo. Todo inició porque durante la intervención norteamericana (1847 al 48), las fragatas norteamericanas bloquearon San Blas, que era un puerto con mayor importancia comercial que Manzanillo, de modo que el barco a vela que cada año venía desde Hamburgo a San Blas, tuvo que llegar a Manzanillo, encontrando que era más fácil mandar desde aquí las mercancías a Guadalajara, a través del Camino Real de Colima.

SCHULTE, OLDENBOURG Y BRUN, Y LOS
RANCHOS CAFETALEROS DE L´HARIBEL Y VOGEL

Entre los primeros agentes comerciales que llegaron a establecerse en nuestro suelo por este motivo, estuvo Carlos Schulte. Se casó con Enriqueta Vogel, hija de Arnoldo Vogel, junto a quien atendió su tienda en la calle Madero, principal de Colima, Su nieto, Nicasio Cruz Schulte, hijo de Elsa Schulte Vogel, vendió su negocio años después al Prof. Blas Ruiz, donde construyó una enorme residencia, que el día de hoy es el Palacio Federal, al norte del Jardín Núñez.

En 1867 llegó también a Colima George Martin Oldenbourg Peckmann, junto a su esposa Marie Vietsch Ouetling. Arribaron a Manzanillo por barco, procedentes de San Francisco, California, y visitando la capital colimense, decidieron abrir ahí la primera ferretería, que vendía muchas herramientas alemanas, que por entonces eran las mejores del mundo, como las famosas tijeras Arbolito y Barrilito. La Ferretería era conocida como la de Piedra o de Cruz de Piedra, en una de las esquinas del Jardín Libertad.

En 1874, el ingeniero francés Arturo L´Haribel, quien se señala que vino durante el Imperio de Maximiliano, quien era muy amigo del Gobernador Ramón R. de La Vega, compró los ranchos La Lumbre, El Parral, el Guayabal, Corrales Viejos, Los Potreros y San Antonio (todos ellos hoy Hacienda de San Antonio, que en los setentas fue comprada por el magnate boliviano Antenor Patiño), en Comala, y empezó a cultivar ahí el café Caracolillo, traído de Costa Rica por el mismo en el año de 1873, y para explotarlo se asoció a los alemanes avecindados en Colima Adolfo Kebe, Enrique Stold y Arnoldo Vogel. El puso el producto (café de altura Caracolillo), y entre todos compraron todos esos ranchos para unir sus tierras, teniendo como sede San Antonio. Llegaron a tener 35 mil plantas, y ganaron concursos mundial de calidad cafetalera como en la Exposición del Centenario en 1876 en Estados Unidos y la de Paris, donde superó al café árabe moka.

El 25 de octubre de 1875 se inauguró la Marina Mercantil de Brun Hermanos, cajón de ropa del que eran propietarios Julio y José Brun, y socios Teofilo y Eduardo Pons, negocio que después cambiaría su nombre a Marina Mercante, y más recientemente sólo a La Marina.

LA COLONIA ALEMANA
DE COLIMA

Para 1880 ya se había formada una colonia germana muy nutrida y poderosa en la capital del estado, en la que participaban tanto en negocios como en convivencia familias como los Vogel, Stoll, Oldenbourg, Brun, Shondube, Schmidt, Octling, Flohr, Vietsch, Schaat, Bobel, Kuhlmann, Kegel, Kolaf, Herrman, Goltz, Hinrichs, Hotz, Bohner, Meyer y otros, que se mencionan que poseían en su conjunto alrededor de veinte haciendas agrícolas y quince de los comercios más fuertes, desplazando a los ricos nativos.

LA FAMILIA
PIRSCH MIRUS

Muchos de ellos tenían negocios en Manzanillo, relacionados con el puerto, pero los principales aquí eran Stoll & Pirsch. Stoll era muy querido, sobre todo porque su esposa, Julia Pain de Stoll, era muy altruista. Viviendo con ellos, Ernst trabó primero amistad y luego se enamoró de la señorita Rosa Mirus González, sobrina de los Stoll, por el lado de los Pain. La joven Mirus, con apellido de origen húngaro-rumano, de origen extranjero, pero nacida en Morelos, y se casó poco tiempo después. Procrearon tres hijos: Ernesto, Rosa María y Ana Julia Pirsch Mirus.

Ernst Pirsch, al igual que Stoll, no hablaba bien el español, pero hicieron mucho para el progreso del incipiente puerto a nivel internacional, sobre todo el primero, pues fue el que duró más tiempo al frente de la agencia, que llegó a consolidarse como una de las principales del Pacífico. Gracias a su prestigio, fue nombrado vicecónsul de Noruega y Alemania. Casi desde su llegada, debido a su gran capacidad, quedó al frente de la compañía, que cambió su razón social a Agencia Aduanal Ernesto Pirsch y Compañía.

LA TRADICIÓN GERMÁNICA
DEL HUEVO DE PASCUA

En su familia se siguieron conservando tradiciones germánicas, que se pasaron de generación a generación hasta nuestros días, entre algunos de sus descendientes, como la de celebrar durante las navidades la tradición de “El Conejo de Pascua”.

Recuerdan los integrantes de esta familia como la señora Ana Julia Pirsch Mirus, en esa fecha, ponía a todos los niños del clan a que la ayudaran a decorar los famosos huevos, pintados con brillantes colores, para luego esconderlos, para que llegado el momento, corrieran a buscarlos, y luego se daban premios a quienes los hallaban. Fue una familia muy culta la Pirsch Mirus, en donde varios hablaban varios idiomas.

DIFÍCILES TIEMPOS DE LA
SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Al principio de la Segunda Guerra Mundial, el teatro de guerra se verificaba principalmente en Europa, con el expansionismo alemán emprendido por el gobierno nazi de Adolf Hitler, con el respaldo del fascismo italiano, del dictador Benito Mussolini. También empezaba en el Extremo Oriente el expansionismo del Imperio Japonés.

Estados Unidos no había entrado en guerra, y sólo expresaba un tibio respaldo moral a Inglaterra y Francia, nación que pronto desapareció, al igual que muchas otras, ante el poderío militar teutón. La Unión Soviética por su parte, también se mantenía expectante, al margen. Por parte de México, nuestro gobierno fiel a su tradición, se mantenía neutral, y hay que decir que por ese tiempo, en nuestro país existían muchas simpatías hacia Alemania, debido a que las atrocidades de Hitler todavía no eran conocidas por el público.

Por ese tiempo, Ernst Pirsch seguía siendo el representante de los intereses alemanes en nuestro puerto. Aunque hay que decir que por entonces, con tantos años en México desde tan joven, sin visitar su país natal, ya se sentía en cierto modo más mexicano que alemán. Al fin de cuentas, toda su familia había nacido aquí y era de nacionalidad mexicana.

Finalmente, presionado por nuestro vecino del norte, México se vio precisado a declararle la guerra a las Potencias del Eje (Alemania, Italia y Japón). Como consecuencia se mandó al Escuadrón 201 al Pacífico, para participar en maniobras conjuntas con los norteamericanos en contra de Japón. Por ese tiempo, y sobre todo en los puertos, parte más vulnerable de un país, se empezó a hostigar molestamente a los ciudadanos japoneses, italianos y alemanes, inmigrantes que siempre habían sido muy queridos por la población.

Para colmo de males, en noviembre de 1935 estalló un escándalo involucrando a japoneses y alemanes en un inmenso contrabando de armas, con destino al puerto de Manzanillo. Los agentes Kiso Tsurux, Sommer Herrman y Ernst Pirsch trajeron de la empresa California Arms Company, por medio de sus firmas comerciales, ametralladoras, rifles y municiones, por un total de 165 millones de dólares, que recogería en nuestros muelles el vapor Tokaoka Maru. Sin embargo, el barco nunca tocó costas mexicanas.

Esta información está contenida en el libro “Los códigos ocultos del cardenismo”, de Raquel Sosa Elizaga. Al parecer, sólo fue un pretexto más para hostigar a los ciudadanos oriundos de países que en esos momentos estaban en guerra con los norteamericanos, ya que la empresa de aquel país involucrada en el asunto, no se vio perjudicada. Por medio de la Secretaría de Gobernación se concentró a la mayoría de los germanos, nipones e ítalos en las tres principales ciudades del país: Guadalajara, la Ciudad de México y Monterrey.

Muchos de sus bienes les fueron confiscados, y también los Pirsch Mirus se vieron afectados por estas medidas, que afortunadamente fueron pasajeras. Al poco tiempo de que se le declarara la guerra a Alemania y Japón, el conflicto terminó.

LOS GARCÍA PIRSCH, AYUDANDO
A DESARROLLAR A MANZANILLO

Su hija mayor, Rosa María, conocida en Manzanillo como “La Chacha Pirsch”, se casó con el contador privado Luis García Castillo, guerrerense que se había ido con su familia a California, Estados Unidos, al estallar la Revolución Mexicana, y que años más tarde, fundó el Club de Pesca de Manzanillo, trajo a los primeros pescadores deportivos, organizó regatas hasta San Diego y trajo también al Almirante Dorsey, para convencerlo de que aquí se hiciera el torneo de pesca internacional de pesca de pez vela, que es el más antiguo del país en hacerse de manera interrumpida, ya que, antes del nuestro, había otro en Acapulco, el cual, sin embargo, no se ha efectuado de manera ininterrumpida.

También promovió mucho a Manzanillo como delegado federal de turismo y tuvo la agencia aduanal Luis García Jr., así como la primera agencia de viajes aquí, la García, por medio de la cual trajo a la primera línea aérea comercial, de la cual fue gerente, la Gómez Méndez, que arribaban al viejo campo de aviación, frente a Las Hadas. Y en todo tuvo el apoyo incondicional de su esposa y su familia. 

LUIS ERNESTO, CARLOS
ROQUE Y ERNESTO GUILLERMO

De ese matrimonio, los García Pirsch, nacieron ocho hijos, Claudia Rosa, Yolanda Inés, Luis Ernesto, Carlos Roque, Adriana Eugenia, Ana Julia Martina, Ernesto Guillermo y rosa María.

Luis Ernesto García Pirsch nació en Manzanillo, el 26  de diciembre de 1950. Se graduó como Licenciado en Turismo, egresado de la primera generacion de la escuela de turismo  de la Universidad de Guadalajara. Ocupó diversos cargos como coordinador de asesores del subsecretario de turismo a nivel federal, Lic. Oscar de La Torre Padilla; fue subdirector de la escuela superior de turismo del Instituto Politécnico Nacional; fue subsecretario de turismo del estado de Jalisco; participó en la expo-mexicana realizada en el World Trade Centrer de Nueva York; fue consultor especializado en el ramo turístico en diversos estados de la república, presidente fundador de  varias asociaciones de consultores especializados en la materia y catedrático de tiempo completo de la escuela superior de turismo.

Carlos Roque Garcia Pirsch, nació el 17 de noviembre de 1952. Se graduó como Licenciado en Derecho de la Universidad de Colima, y ha  ocupado diversos cargos públicos:  inspector fiscal de mieles incristalizables de exportación de la SHCP; inspector del trabajo; procurador de la defensa del trabajo, adscrito a la junta de conciliación y arbitraje de Manzanillo, presidente de la junta de conciliación y arbitraje de Colima y delegado federal de la secretaria del trabajo y previsión social en el Estado de Colima.

Ernesto Guillermo García Pirsch nació el 9 de noviembre de 1959, se graduó como licenciado en administración de empresas, y  obtuvo el premio Peña Colorada como  mejor estudiante de México. Es catedrático de la Universidad de Colima, y ocupó los siguientes cargos públicos: contralor del H. Ayuntamiento y tesorero municipal de Manzanillo; es actualmente empresario en el ramo de desarrollo humano.

La relación de esta familia con Alemania no se ha perdido, pues la comunicación estuvo todo el tiempo abierta por medio de cartas, y más recientemente a través del Internet. Además, los Pirsch Mirus han viajado en numerosas ocasiones a su Madre Patria.

martes, 29 de mayo de 2012

ISLA CLIPPERTON Y MANZANILLO


Centro histórico

Por Víctor Manuel Martínez

USOS Y COSTUMBRES
DE LOS PORTEÑOS

Con nuestro clima costeño y tropical, y con muchas comunidades rurales cercanas al puerto en las que se cultiva la tierra, los manzanillenses somos desde siempre muy fruteros, y sabemos cuando llega la temporada del mango o la de la ciruela.

Pero a los porteños les gusta mucho la fruta verde, casi más que la madura. Ácida y todavía le echan limón y sal. Digo les gusta, porque a mi me gusta la madura, y no entiendo como la gente puede preferir las ciruelas que no están rojas para comer.

La fruta es ideal para nuestro clima, porque es fresca y nos ayuda a reponer líquidos, y como sabemos, la sal fija los líquidos muy bien al organismo, por lo que esa es la razón de que casi no nos comamos la fruta naturalita como viene de la planta, sino que casi forzosamente le agreguemos sal. Hace algunos años llegaron el kiwi y el pérsimo, y se pusieron de moda. Desde Chile, gran productor frutal, llegaron muchas frutas como esta. Luego llegó el carambolo para quedarse, que ya se está sembrando aquí. Más recientemente la yaca.

El pico de gallo se puede encontrar en casi cualquier calle de la ciudad. Con piña, con pepino, sandía, jícama, mango y papaya. Los turistas extranjeros que llegan en cruceros se han sentido atraídos por nuestros coloridos vasitos de fruta picada, con chile, sal y limón, y es común  que los veamos pidiéndolos también. Y con mucho chile en polvo también, porque han de saber que el chile se ha convertido en el condimento de moda en los Estados Unidos.

LOS HIDRANTES DE
LA CALLE MÉXICO

En los años setentas era común ver en algunas esquinas de la Avenida México hidrantes. Eran unos como hongos metálicos, de color bronce, que le llegaban a una persona un poco por debajo de la rodilla, que estaban conectados por debajo del nivel del piso a la red de agua potable, y tenían todo dispuesto para que se les conectaran mangueras. Para el que no sepa de que le estoy hablando, anexo una foto de un hidrante, que quizá a alguien le dé nostalgia.

Se supone que, utilizándolos, se podría apagar algún incendio que sucediera en algún negocio o domicilio de la calle principal de nuestra ciudad y puerto. Eran un remanente de cuando casi todas las casas eran de madera en Manzanillo, pues ya para ese tiempo, los años setentas, quedaban todavía construcciones de este material, pero eran muy pocas.

Uno de los últimos hidrantes que recuerdo se encontraba en la esquina de avenida México con Miguel Galindo, frente al edificio Yahualica; pero casi todas las esquinas de esta calle, del costado más cercano a la Carrillo Puerto, tuvieron en algún momento su hidrante. Por esos tiempos no teníamos en Manzanillo cuerpo de bomberos, que si existió años antes. Actualmente, gracias a las gestiones de un puñado de ciudadanos, entre los que destacó Don Raúl Zuazo Ochoa, hemos vuelto a tener un cuerpo de bomberos, que tiene su cuartel ubicado en el Valle de las Garzas.

ISLA CLIPPERTON
Y MANZANILLO

La isla de Clipperton es una isla que tiene como su punto más cercano en tierra continental a Punta Tejupan, Michoacán, y que ha tenido comunicación con nuestro país a través de Acapulco, Guerrero, y de Manzanillo, Colima. Si fuera una isla mexicana, como justamente debiera de serlo, probablemente, al igual que el Archipiélago de Revillagigedo, le pertenecería a Colima. Pero por una absurdo laudo de arbitraje internacional, le pertenece a Francia, que la administra desde el lejano Tahití en la Polinesia Francesa, pero que en la práctica, desde hace años está abandonada, aunque hay reclamos de nuestro país por recuperarla.

Se trata de un volcán apagado del que emerge del agua apenas el cono, teniendo una laguna de agua salobre en su interior, por lo que se trata de un atolón. Es pequeño, pues tiene tan sólo 6 kilómetros cuadrados. En sus alrededores, así como en los de Revillagigedo, se encuentran las mejores pesquerías de atún del Pacífico, por lo que hacia aquellas zonas se dirigen a hacer sus capturas en muchas ocasiones los barcos atuneros que zarpan desde Manzanillo. La laguna interior se encuentra cerrada desde alrededor de 1910, y por tanto no pueden ingresar a ella los barcos. Ahí llueve más que en ninguna parte del territorio mexicano (aunque hay que recalcar, que ya no pertenece a nuestro país).

En 1705 es visitada por primera vez por el pirata John Clipperton, por quien lleva su nombre hasta la fecha, quien la utilizaba para refugiarse, esperando a los Galeones de Manila o Naos de China para asaltarlos, los cuales habiendo zarpado de Acapulco, muchas veces se abastecían de alimentos frescos como cocos, frutas tropicales y carne de cacería en la desembocadura del río de Salagua, como último punto continental, antes de lanzarse a cruzar el Pacífico, utilizando la corriente del tornaviaje. Oficialmente, sin embargo, es descubierta en 1711 por los franceses, sus propietarios actuales, pues los Capitanes Chassiron y Du Bocage, en sus barcos “Princesa” y “Descubrimiento” llegaron a ella y la llamaron “Isla de la Pasión”, como se llamó durante el tiempo que le perteneció a México. Luego, en 1725 Du Bocage regresó al mando de una expedición científica, quedándose a vivir ahí varios meses.

En 1821, al consumarse la independencia de México, la reclamamos como parte de nuestro territorio. En 1858, la Compañía Minera Estadounidense de Guano reclama que la isla es territorio estadounidense, porque ellos la ocupaban para sacar este recurso, que por cierto, el proveniente de esta isla no se consideró nunca de buena calidad. En se mismo año, Francia reclama la isla para sí, pero no se considera válida, ya que no pusieron pie en la ínsula, sino que hicieran la declaratoria desde a bordo de una barco mercante. De acuerdo a investigaciones publicadas en 1909 por el Chronicle de San Francisco, en 1888, aproximadamente, la isla fue devastada por un maremoto generado por un fuerte temblor de tierra, lo que destruyó la vegetación, otrora abundante. En 1890 se introduce la palma cocotera por parte de los recolectores de guano, quienes también introdujeron cerdos, que se alimentaban de mollos, que se habían convertido en una plaga. 

En 1898, México reafirmó su dominio, poniendo una guarnición militar en ella. En 1897 nuevamente Estados Unidos las anexiona, queriendo explotar el guano. Las constituciones de 1825, 1857 y 1917 incluyen a la isla como mexicana, pero es excluida del texto en 1934. Pues bien, en 1906, por órdenes del presidente Porfirio Díaz, el Capitán Ramón Arnaud se traslada con un puñado de soldados y sus familias como Gobernador de Clipperton. En 1908 lleva a su esposa a vivir allá. Para 1914 empezaron a escasear los alimentos frescos, debido a que, en plena Revolución Mexicana, el buque que les abastecía, el Tampico, que salía de Topolobampo, fue detenido y, tras perseguirlo, hundido frente a Mazatlán, por el Vicente Guerrero, del bando revolucionario, y no pudo llevarles provisiones al resguardo militar de Clipperton.

Antes de esto, cada seis meses se hacía el relevo de provisiones y hombres para la guarnición, algunas veces desde Acapulco, y otras desde Manzanillo. Desde 1906 a 1913, los víveres y provisiones se llevaban a la isla desde Acapulco por parte de buques de guerra mexicanos, principalmente el cañonero “Demócrata”.

En 1913, de acuerdo al geógrafo e ingeniero nval, Capitán Juan de Dios Bonilla, en su libro “Historia Marítima de México”, cuando los cañoneros del Pacífico estaban muy atareados en el transporte de tropas y en la vigilancia de la costa, fue necesario contratar los servicios de un buque mercante, para hacer la comunicación con Clipperton y así fue como se alquiló por la Secretaría de Guerra y Marina de entonces, el vapor nacional “Korrigan II” de la compañía “El Boleo” de Santa Rosalía, Baja California. Dicho buque, de pequeño porte, pues apenas llegaba a doscientas toneladas de arqueo, al mando de su Capitán Don Arturo Morell se puso a la disposición de la Secretaría de Guerra y Marina y se embarcó a su bordo, el destacamento de relevo compuesto de doce hombres con algunas mujeres. El Jefe de Máquinas del buque, antes de salir de Manzanillo, de donde se inició el viaje para Acapulco, se separó del empleo, pues no quiso correr el riesgo de los malos tiempos de la época, en un buque viejo como lo era el “Korrigan II.

Por el entonces ya vivían ahí más de cien personas, pues los colonos habían rescatados a los náufragos de un buque norteamericano que se hundió en las cercanías de la isla. Un barco norteamericano, el Cleveland, fue en ese mismo año de 1914 a rescatar a los suyos, y ofreció a los mexicanos llevarlos al continente, pero Arnaud se negó, pues en ese tiempo México estaba en guerra con ese país, y además, no quería abandonar su puesto y que se perdiera la soberanía de México sobre esa isla. Consideró, para ello, que tenía alimentos suficientes para otros cinco meses. Le dijo a sus compañeros que, el que quisiera, se podía ir, pero todos decidieron quedarse. Pero tras esto, en 1915, ante la falta de alimentos frescos, pues sólo había seis de las nueve palmeras que había plantado en la isla un trabajador de la compañía guanera norteamericana, muchos empezaron a morir por escorbuto. Se racionó el agua de coco, para que sólo pudieran beberlo mujeres y niños.

Ya para entonces había nacido en la isla el primer niño, el hijo del Capitán Arnaud, Ramón Arnaud Jr., y otras dos hermanitas. De los más de 100 habitantes que llegó a tener la colonia, solamente quedaban veintiséis. En 1915 murieron quince personas de golpe por el escorbuto. Un día de 1916, los isleños vieron pasar cerca de su pedazo de tierra un barco, al parecer de bandera norteamericana, y como se encontraban al borde de la locura por el hambre y por la sed, decidió el capitán, en compañía de todos los pocos hombres de la isla que quedaban, lanzarse en una lancha para alcanzar el barco, y lo lograron, pero este cruelmente les negó ayuda. Al ir regresando, chocaron con algo entre el oleaje, y la débil embarcación se volteó, y como el mar estaba lleno de tiburones, estos dieron cuenta de todos.

Sólo quedó el farero, Victoriano Álvarez, un negro, quien se comportó como un sultán con las mujeres, violándolas y matándolas, y finalmente quiso abusar también de la viuda de Arnaud, pero esta lo mató a martillazos en la cabeza, y luego mandó a su hijo, Ramoncito, a traer el aceite de tiburón del faro, para incinerar el cadáver; pero precisamente en ese momento, julio de 1917, el buque Yorktown de la Marina Estadounidense, llegó  a la isla, quien rescató a los sobrevivientes, que eran cuatro mujeres y siete niños, llevándolos a Salina Cruz, Oaxaca, ya que inicialmente los traían a Manzanillo, pero la viuda prefirió allá, porque en esa ciudad tenía familiares.  

Pero, cuando ya iban todos a abandonar la isla, según relata el Almirante Enrique Sangri Namur en uno de sus escritos, el niño Ramón Arnaud Rovira se regresa y arría la bandera mexicana de Clipperton, y se la guarda entre sus ropas, en el pecho. Desde 1909, México y Francia sometieron a arbitrio ante el Vaticano la soberanía de Clipperton, y en 1931, el Rey Víctor Manuel III de Italia falló a favor de Francia. En 1980, el célebre científico y explorador francés Jacques Yves Costeau se puso en contacto con Ramón Arnaud Rovira, hijo del Capitán Arnaud que gobernó aquella isla lejana, para invitarlo a la filmación de un documental sobre, saliendo desde Manzanillo.

"¿En calidad de qué voy a Clipperton?", preguntó Arnaud al ya fallecido capitán Costeau. "Voy allá sólo que se ice la bandera mexicana", sentenció como condición. Su petición no era un simple capricho: su padre había muerto en defensa de la soberanía nacional de aquella isla; además, desde que cumpliera la mayoría de edad, el gobierno galo le ofrecía la ciudadanía francesa, a la que para ellos tenía derecho por nacimiento. Antes de partir hacia la isla, acudieron a comer una tarde los tres en el restaurante El Emperador del Hotel Savoy, de Doña Trini, ubicado por la subida a la parroquia de Guadalupe, por la calle Balbino Dávalos. 63 años después de abandonar Clipperton, el señor Pedro Ramón Arnaud Rovira, abordó un bimotor anfibio en el puerto de Manzanillo, Colima, que cinco horas después lo depositó en su tierra natal, la cual besó al descender del aparato.

En un acto muy emotivo, el capitán Costeau aceptó izar el pabellón tricolor aquel que Arnaud se llevara de niño, en el mismo sitio donde había estado la colonia establecida por el Capitán Arnaud. Luego de recorrer el lugar donde transcurrió su infancia, vestido de guayabera y sombrero de palma para acentuar su nacionalidad, exclamó: "Seguiré siendo un mexicano sin patria chica". En ese tiempo, el periódico El Universal publicó una fotografía de Costeau y Arnaud en Manzanillo, tomada por el también famoso explorador submarino Ramón Bravo, fallecido al igual que los otros dos personajes.

Pedro Arnaud Rovira murió en la Ciudad de México en 1997, a los 88 años de edad. La última bandera que se izó en aquel girón de tierra que siempre reclamaremos, hasta que justamente algún día se nos devuelva, salió de Manzanillo, y esperemos que de este mismo salga aquella que tome posesión nuevamente de Clipperton.

A Manzanillo llegaron, por cierto, varios barcos Korrigan de El Boleo, siendo uno de los más famosos el Korrigan IV, que anduvo por aquí hasta finales de los años 50, un poco antes del ciclón. Por cierto que mucha gente tiene la idea de que esta embarcación, que algunos recuerdan que navegada escorada hacia estibor, se hundió aquí durante el azote del ciclón del 59, cuando en realidad, se hundió a finales de los sesentas frente a la isla de Cerralvo, Baja California Sur. Su base se encontraba en Santa Rosalía, en ese mismo estado, otrora territorio, el cual hacía cabotaje desde Ensenada, La Paz, Vallarta, Manzanillo y, en ocasiones, hasta Salina Cruz. También iba a Estados Unidos y subía hasta Vancouver, Canadá. Era propiedad de la mina de El Boleo, que explotaba allá el mineral de cobre, y sin embargo se estaba mucho tiempo en Manzanillo, donde la gente ya le reconocía. De 550 toneladas, dos palos y tres huinches, 25 metros de largo, muy estrecho, tres bodegas, bandera mexicana, al parecer construido en Alemania, era mandado por el Capitán Edmundo Elizondo “El Cachano”, quien hasta hace poco aun vivía en Guaymas, Sonora, con tripulación compuesta por alrededor de quince marinos, muchos de ellos manzanillenses, en su totalidad fallecidos, entre ellos Jesús Balcázar “El Centavo”, padre del Dr. Edmundo Balcázar, quien murió en cumplimiento de su deber llevando a bordo al capitán de El Cacalilao. De nuestro puerto llevaba madera para reforzar las minas, y traía tabiques desde Estados Unidos. Aunque era de carga, en ocasiones llevaban algún pasajero que pagara su traslado desde Manzanillo  a alguno de los puertos donde hacían sus escalas de cabotaje.

¡Que bonito es Manzanillo!