Centro histórico
Por Víctor Manuel Martínez
USOS Y COSTUMBRES
DE LOS PORTEÑOS
En Manzanillo casi no se vende la sal
fina, molida, como se hace en el resto del país, en que, por lo contrario, casi
nadie gusta de la de grano o gruesa. Se conoce al recién llegado a nuestras
tierras, porque busca como desesperado tienda tras tienda alguna que expenda
sal fina, que es difícil de hallar, más no imposible. Los municipios de
Manzanillo y Armería son productores de sal, y una sal de calidad reconocida a
nivel internacional, preferida por los grandes chefs. Los márgenes de la laguna
de Cuyutlán, desde San Buenaventura hasta cerca de Tecomán, son propicias para
extraer este condimento natural. Se sabe que ya desde los tiempos de la Colonia
se extraía y comercializaba con gran éxito este producto local. Y si, incluso,
nos vamos atrás en el tiempo de la Nueva España, ya antes del descubrimiento de
México por los europeos, los indígenas explotaban este recurso. Con ella, se
dice que el Rey Colimán le tributaba al emperador azteca. Las salineras locales
han certificado, inteligente, este tesoro blanco, como recurso orgánico
sustentable, ya que no le agregan químicos, ni en su extracción se daña al
medio ambiente. Por cierto que, hasta la fecha, se usa la misma técnica de las
épocas prehispánicas para la extracción: la desecación solar, aunque se han
mejorado las técnicas de higiene. Esta extracción se hace generalmente en la
época de secas. Sí se produce sal fina, que es preferida en otros puntos del
país y del mundo, pero los porteños la preferimos lo más cercana a su estado
natural, con sus cristales cuadrados gordos. Un cocinero que aprendió a cocinar
con esta sal, tiene muchos problemas si luego se traslada a otro sitio en donde
se use la sal fina, porque no calcula bien el sazón que debe poner a los
alimentos; e igual le pasa a quienes vienen de otros lugares donde se usa la
fina, y tienen que empezar a cocinar con la de aquí, que no le hallan a las
cantidades exactas que deben poner a los platillos que elaboran. Los costeños
colimenses nos sentimos muy orgullosos de nuestra sal, y es por eso que al
caminar por las principales calles del Centro Histórico en que se venden
artesanía y recuerdos de productos típicos, al lado de los adornos de conchas
marinas, dulces de coco y frutos locales, siempre se encontrarán los clásicos y
famosos saquitos de sal de la laguna de Cuyutlán, que están empacados para que
los turistas los lleven a sus lugares de origen como regalo. Cocineros tan
famosos actualmente en los medios de comunicación, como Aquiles Chávez, Benito
y Solange y Richard Bayless, siempre afirman que la mejor sal del mundo es la
de Cuyutlán. Junto con la sal de algunas regiones de Francia, comparten este
honor. Manzanillo, Armería y Tecomán compartimos riberas de la laguna de
Cuyutlán, laguna salada, gracias a Dios.
LUCHADORES
Y ARENAS
La Lucha Libre se dice que llegó a
nuestro país como deporte-espectáculo allá por tiempos de la Intervención
Francesa. En Manzanillo, fue en las primeras décadas del pasado siglo cuando se
empezaron a dar funciones de una manera más formal y consolidada, pues,
anteriormente, había funciones de lucha itinerantes, con una troupe de
gladiadores provenientes del centro del país, a manera de las carpas
artísticas, que por dondequiera que llegaban causaban furor, luchando en donde
se pudiera, si no se contaba con un ring oficial.
Algunos de los primeros luchadores que
hubo en México, fueron policías de la Ciudad de México, que fueron reclutados
para el pancracio por el promotor luchístico Enrique Lutheroth, siguiendo el
furor que había causado en la Ciudad de México la visita del luchador
enmascarado Masked Marvel (La Maravilla Enmascarada), a quien se debe que en
México un alto porcentaje de los practicantes de esta disciplina sean enmascarados.
Entre los trabajadores del puerto,
estibadores, había uno que había entrenado lucha, que tenía un cuerpo con
músculos muy desarrollados, quien había aprendido el deporte espectáculo, y
dentro de los ensogados se hacía llamar “El Águila Roja”, quien estableció una
pequeñita arena en las bodegas de Careaga. Poco después, se abrió otra frente
al jardín, “La 20-30” y hubo alguna más frente a la carpintería de El Colorado.
Una de las más populares fue una plaza de toros de madera, que se instaló en
Las Palmitas, antes de que existiera la Unidad Padre Hidalgo, en lo que era la
orilla de la laguna, y este fue el lugar donde se hicieron los mejores eventos
de la época pionera de la lucha libre en Manzanillo.
El promotor ahí era el señor Gómez,
enviado de Don Elías Simón, el promotor más influyente, entonces con la arena
Canadá Dry, en la ciudad de Guadalajara, Jalisco. En esta arena aparecieron los
mejores luchadores de la época dorada de éste espectáculo en el país, como El
Santo, Black Guzmán, Black Shadow, El Médico Asesino (Cesáreo Manrique), El
Enfermero, Blue Demon, El Bello Califa, Lalo El Exótico, El Carnicero Butcher,
El Bulldog (Camilo Pérez), El Lobo Negro, Tonina Jackson, Wolf Ruvinski
(originario de Letonia) y Huracán Ramírez (el original).
En esta primera etapa, el mejor luchador
local (casi el único destacado) fue “El Águila Roja”, quien sobresalió incluso
fuera de la región, yendo a combatir a otras plazas del país por varios años, y
alcanzando cierto renombre fuera del puerto. También habían funciones de lucha
libre y de boxeo en una arenita improvisada que se montaba de vez en cuando en
el amplio terreno baldío que existía en donde después se construyera el mercado
5 de mayo. Ahí se ponían toda clase de carpas para espectáculos, y grandes artistas
nacionales también cantaron y actuaron.
Sin embargo, la época dorada de la lucha
libre en Manzanillo, con una arena de buenas dimensiones llenándose a tope casi
en cada evento, se vivió en los años 80 y 70. Se dio en la Arena de El Crucero,
que en sus últimos años cambió su nombre al de Jorge “El Colimote” Gutiérrez,
para hacer un merecido homenaje a uno de los mejores boxeadores –sino es que el
mejor-, que ha dado nuestro municipio en su historia. Del deporte de las orejas
de coliflor hablaremos en una próxima oportunidad. Un gran terreno, propiedad
de Don Alfredo Cruz Torres, fue rentado por los promotores que marcaron
historia en éste campo en nuestra ciudad, como lo fueron Don Héctor Barba “El
Papas”, y Doña Emilia Alatorre “La Papas”.
En esos tiempos, se conjuntó que se
trajeron grandes luchadores nacionales, destacados exponentes del pancracio de
la región (Colima, Tecomán, y Guadalajara), con el surgimiento de una gran
camada de luchadores locales, manzanillenses, gracias a la aparición del mejor
entrenador porteño, Pancho El Fierrero. Entre esos exponentes podemos citar a
Tamakún (Wenceslao Cisneros Amaya, quien fue el único que luchó a nivel
nacional), Los Hammurabi, Chucho Aguayo y Misterio Blanco. Los Mulatos de
Tecomán, también fueron muy populares.
Por esa arena, donde también hubo
grandes veladas boxísticas, pasaron en gira El Santo, El Matemático, Rayo de Jalisco y otros. Se dice que el mejor
luchador que ha dado México ha sido Rolando Vera, pero a nivel local,
destacaron el ya citado “Águila Roja”, en los albores de la práctica del
deporte; Babe Face (conocido en su etapa inicial como El Bombero Fuentes, quien
batalló al lado de los grandes independientes, como El Solitario, Fishman, Dos
Caras, Perro Aguayo, Tinieblas, Canek, Mil Máscaras, e incluso llegó a subirse
al ring con la leyenda de la lucha mundial, André El Gigante).
Por cierto, ha existido siempre la
leyenda urbana, el rumor, de que este gladiador francés, André El Gigante,
quien medía más de 2:20 de estatura, porque padecía gigantismo o acromegalia,
alguna vez llegó a luchar en nuestro puerto, en una de sus muchas largas
visitas al país. Este hombre, ya fallecido en su natal Francia hace algunos
años, protagonizó una de los más grandes encuentros mediáticos en la historia del
deporte, en el Madison Square Garden de Nueva York, al enfrentarse por el
título mundial de los pesos pesados de la WWF (hoy WWE) al también legendarios
Hulk Hogan. Cobraba mucho por presentarse en cualquier lugar, ya que era una
gran atracción estar cerca de este gigante, con cara de ogro, quien era capaz
de enfrentarse sólo a 3 o 4 rivales, y que sólo pudo ser levantado para recibir
un azotón 4 veces en su vida, según se ha registrado en video. Pues, hay quienes aseguran haber estado en una función
en la Arena de El Crucero donde se presentó el gigante. Lo cierto es que, no
hay registro oficial de su visita, y los promotores lo niegan también, aunque
yo recuerdo ya desde niño haber oído esta historia.
Otros grandes luchadores avecindados
aquí y que trascendieron a nivel nacional fueron El Monje Blanco y TNT. Éste
último, se presentaba vestido con ropa peluda, largas melenas, barbas y
bigotes, que acrecentaban su gran estatura, que rondaba los dos metros, siendo
uno de los luchadores nacionales más altos, junto a Mil Máscaras y Tinieblas, y
enredada al cuello siempre una terrorífica víbora, que asustaba a los
presentes. Se codeó con la más grande de la lucha, y tanta fue su fama, que se
presentó numerosas veces en Japón, en peleas estelares, además de ser portada
de revistas niponas. Babe Face, también se presentó en varias ocasiones a
luchar en las tierras del sol naciente, aunque con menor repercusión.
Algunos luchadores locales no se
entrenaron aquí, con Pancho El Fierrero, sino con el Maestro Antonio Cruz, en
Guadalajara, siendo en esta ciudad donde también se compraban los equipos, como
mallas, botines y máscaras, así como también en la Ciudad de México, en una
tienda especializada que se localiza por San Juan de Letrán. Con la muerte de
“El Papas”, su esposa Emilia siguió la tradición unos años, pero luego, la
asistencia a la arena decayó sensiblemente, y finalmente, el escenario de
tantas batallas boxísticas y luchísticas cerró, para dar paso a un
estacionamiento y lavado de autos en el barrio de El Túnel. Actualmente, casi
no hay luchadores locales, a excepción de unos pocos, que dan espectáculos en
las colonias, mientras que los grandes eventos, son traídos por empresas
nacionales, como la AAA, presentándose en el Auditorio Manuel Bonilla Valle. Pero
lucha local en grande, como antaño, ya no hay.
¡Qué bonito es Manzanillo!
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