martes, 7 de agosto de 2012

Las asombrosas mantarrayas gigantes de Manzanillo


Las asombrosas mantarrayas
gigantes de Manzanillo

Por Víctor Manuel Martínez

Era el 4 de septiembre de 2006, cuando el mundo se sacudió ante la intempestiva noticia de la muerte del intrépido explorador, zoólogo, ecologista, aventurero y conductor televisivo australiano, Steve Irwin, mejor conocido como “El Cazador de Cocodrilos”. El presentador del canal Animal Planet se encontraba a las once de la mañana grabando cerca de Queensland, Australia, cuando al ver a una espectacular mantarraya gigante se puso a nadar sobre ella, y esta le dio un golpe con el aguijón o púa de su cola, de veinte centímetros de largo, la cual se le incrustó en el corazón; Irwin intentó sacársela, pero no lo logró. Cuando lo sacaron y lo llevaron al hospital, encontraron que ya estaba muerto.

EL PACÍFICO MEXICANO, ZONA
DE MANTARRAYAS GIGANTES

Hasta antes de este famoso incidente, este animal no era muy célebre, y para muchos, fue un descubrimiento, considerándolo un animal peligroso y que gusta de atacar al ser humano, lo cual es una percepción falsa. Las mantarrayas gigantes son una peces espectaculares, de los más hermosos del mundo, ya que pese a ser peces, tienen alas, de manera que parece que en vez de nadar, flotan sobre o bajo las aguas, de una grácil manera. Son unos animales enormes, aunque también hay mantarrayas o rayas, pequeñas. En ocasiones, cuando van a flor de agua, saltan batiendo sus alas, como si quisieran elevarse.

En nuestro país se han dado los más grandes avistamientos de cardúmenes de mantarrayas del mundo, en el litoral del mar Pacífico. La mayor concentración de esta especie que se ha captado en video, se halló en las cercanías de la Península de Baja California, aunque se ha detectado un cardumen mayor en el 2011 en el Ecuador, que no se registró en imágenes. Contrario a lo que pudiera pensarse, el aguijón en la cola de la mantarraya gigante no es venenoso, de manera que Irwin murió por el fuerte impacto del espolón o espina de la cola del animal, que se incrustó en su carne, y no por alguna sustancia tóxica que esta hubiera soltado. El principal alimento de estos gigantes de los océanos es el plancton.

GREGORIO TORRES QUINTERO Y
LAS MANTARRAYAS GIGANTES

 Pero en las inmediaciones de nuestro puerto, la mantarraya gigante es una habitante distinguida y habitual, desde hace décadas, y aun es frecuente encontrársela, aunque hay que resaltar que es una especie amenazada. El 29 de diciembre de 1884, llegó a Manzanillo el ilustre Profesor Don Gregorio Torres Quintero (creador del método onomatopéyico y autor de Cuentos colimotes, entre muchas otras cosas) al puerto, como director de la escuela pública de la población, entonces pequeña, donde las principales ocupaciones eran ser pescador o, ya desde entonces, ser estibador. Era tan pequeño, que más que hablar de calles o colonias, Don Gregorio hablaba sólo de dos barrios, el del mar y el de la laguna, con las casas en ambos en las faldas de los cerros, así es que imagínese lo poco poblado que estaba.

Pero a pesar de las pocas y malas comunicaciones, la necesidad no se dejaba sentir, porque abundaban los alimentos del mar, como el marisco y el pescado. Se comían pocas especies, porque muchas que ahora se consideran manjares, entonces, ante la abundancia, se despreciaban, e igual sucedía con muchos mariscos, que hoy son carísimos, y entonces se desechaban. Entre ellos, ya se contaba la mantarraya, que generalmente se come más la de pequeño tamaño, porque la grande necesita tratarse para que adquiera un buen sabor.

El maestro, que muy poco había conocido antes el mar, a excepción de un viaje corto a Cuyutlán con sus compañeros de escuela años antes, se enamoró de las playas y paisajes marinos en Manzanillo, por lo que, en cuanto tenía un rato libre de sus ocupaciones docentes y altruistas, que eran numerosas, conseguía una lancha para pasear por la bahía; pero lo que más le gustaba era subir a la punta del Viejo Vigía, y desde la cima ver la inmensidad del mar. Pero algo que captaba su atención, y le emocionaba bastante, era ver desde lo alto, la silueta de las mantarrayas gigantes que se traslucían bajo la superficie del mar.

Acompañando a los pescadores para ver la práctica de su oficio en vivo, muchas veces vio como capturaban tiburones y mantas. Consigna que, sin embargo, los pescadores, o playeros, como él les decía, no se dedicaban a la pesca mayor, y que las mantarrayas las arponeaban sólo por deporte, al igual que los peces espada. El menciona que a pesar de haber una leyenda de que la mantarraya chupa a los hombres con su pequeña boca, mientras los sujeta con sus alas, arrojando luego el bagazo sobrante, la verdad es que es un animal inofensivo, aunque muy extraño, y aseguró que el llegó a ver de cerca, pescados, ya muertos, ejemplares que medían mucho más que una piel de toro extendida.

Escribió que una vez vio una enorme desde el cerro, a cien metros de altura, que nadaba extrañamente dando volteretas, porque veía de manera alternada su dorso, que es de color oscuro, y luego su vientre, que es de color blanco. Señalaba que era un espectáculo, cuando se capturaba a uno de estos peces, ver como lo arrastraban con la lancha de un lado a otro de la bahía para cansarlo, y poder sacarlo, trabajos para los que toda la población abandonaba sus tareas para presenciarlo muy emocionados. El 27 de diciembre de 1887, Don Gregorio dejaba su puesto para ir a la Ciudad de México a continuar preparándose, dejando la dirección de la escuela pública de Manzanillo en el Prof. Antonio Martínez.

EJEMPLARES GIGANTES, DE MÁS DE 6 Y
7 MTS DE LA PUNTA DE UN ALA A LA OTRA

A finales de los años veinte se sacó una enorme mantarraya, de las más grandes que se ha sabido que hayan sido atrapadas, la cual causó admiración, por lo que fue llevada a exhibir como trofeo en la estación del ferrocarril de Manzanillo, en la entrada del famoso cañón, por donde antes llegaba el tren, y que ahora es la calle Porfirio Díaz. Fue colgada, quedando a poco más de dos metros del suelo, con sus alas muy extendidas, como un enorme murciélago, donde acudieron fotógrafos a captarlas en su lente, mientras la gente se acercaba a verla y tocarla de cerca.

A principios de los años setenta, cuando la termoeléctrica tenía poco de haber sido inaugurada, muchos recordaremos que una gigantesca mantarraya se metió por el canal que conecta a la laguna con el mar, y quedó atrapada en lo que hoy es el balneario de El Tapo, ya que le era muy difícil regresar a mar abierto, pues era tan enorme, que con trabajos cabía por la vía de acceso. También se sacó otra en la bahía, ya a principios de los ochentas, la cual arrastraron hasta cansarla, con muchos trabajos, por su gran tamaño, hasta que la pusieron sobre la playa en San Pedrito.

ESPECIE AMENAZASA;
NADA COMO SI VOLARA

Hace poco platicaba con vecinos del Vigía, quienes señalaban que, al igual que hacía hace más de cien años Torres Quintero, es posible ver desde la punta de estos cerros, mayormente desde la punta del Cerro de la Cruza, como pasan nadando-volando las mantarrayas gigantes. Algunos de estos animales llegan a tener más de seis o siete metros de envergadura, de una punta de la ala a la otra.

Contrario a lo que mucha gente piensa y comenta, que la carne de la mantarraya gigante no es buena como alimento, a diferencia de la pequeña, esto es falso, pues sólo hay que saber la correcta preparación, para disfrutar de un manjar, que dicen que se asemeja al sabor de la carne de langosta. Esta es la manera, según me la relató hace unos días el reconocido pescador Don Pedro Figueroa Fuentes, con todo detalle: Se cuece primero la carne, y ya que está bien cocida, entones se pone a secar al sol, y en cuanto está bien seca, que es cuando queda lista para desmenuzar, se pone a guisar con verdura, pudiéndose hacer un guiso tipo machaca, o como el ingenio del cocinero lo plasme.

Es una lástima que este hermoso y admirable ejemplar esté amenazado, y aunque no tiene la fama del pez vela, que es un símbolo para Manzanillo, es una especie muy característica de nuestra ciudad y puerto: Manzanillo.